Proyectos inconclusos, falta de certeza jurídica y ausencia de permisos sanitarios han impedido que los nuevos camposantos operen en Puerto Vallarta, Cabo Corrientes y Bahía de Banderas
Agencia Jafríco | NoticiasPV
Los municipios de Cabo Corrientes y Puerto Vallarta, en Jalisco, así como Bahía de Banderas, en Nayarit, que integran la Zona Metropolitana de la Bahía, enfrentan desde hace meses una crisis silenciosa pero urgente: la falta de espacios formales para sepultar a sus difuntos. A pesar de que existen proyectos anunciados y recursos públicos invertidos, las soluciones no se concretan.
En Cabo Corrientes, el panteón de El Tuito —cabecera municipal— se encuentra saturado desde la administración pasada. El actual gobierno, encabezado por Joaquín Romero Bravo, ha reconocido el problema y asegura estar trabajando para dar certeza jurídica a un nuevo camposanto, ubicado junto al ya existente. Sin embargo, hasta la fecha el proyecto sigue sin destrabarse.
Puerto Vallarta enfrenta una situación similar. Con sus panteones municipales al límite y únicamente algunos espacios disponibles en El Progreso, se anunció desde el gobierno anterior la creación de un nuevo panteón en la localidad de El Zancudo. Se invirtieron más de 100 millones de pesos en la compra y habilitación del terreno, pero el sitio aún no es funcional. Según estimaciones oficiales, se requerirían más de 50 millones adicionales para su operación, mientras el actual gobierno municipal —encabezado por Luis Munguía— no ha ofrecido una solución definitiva.
En Bahía de Banderas, aunque existen camposantos con espacios disponibles, estos pertenecen a ejidos que restringen su uso a miembros de sus propias comunidades. Un nuevo panteón fue propuesto desde el gobierno del panista Jaime Cuevas, pero el terreno ubicado en San Juan de Abajo no cuenta con certeza jurídica ni permisos sanitarios, según ha informado la actual administración que encabeza Héctor Santana.
La falta de avance real en estos proyectos, sumada a la creciente demanda, está llevando a estos municipios a una posible crisis de salud pública y tensión social. Mientras tanto, las promesas para dar solución al problema siguen sin sepultura.