Por Nayar Araiza López
En esta elección judicial, Bartlett será un niño de pecho
Lo de Manuel Bartlett en el 88 —aquella famosa “caída del sistema”— va quedando como una travesura escolar, una travesura de principiante, será un niño de pecho, comparado con el espectáculo burdo y descarado que acabamos de presenciar en esta elección judicial. Porque si antes el fraude era artesanal, hoy es de línea de producción, institucionalizado y bendecido por el manto de la 4T.
Los operadores de MORENA, con una desfachatez digna de estudio, repartieron volantes con los colores de su partido, imágenes religiosas —el Papa incluido, como si fuera parte del comité electoral— y una lista de “candidatos” por quienes votar, que ni ellos disimularon. El fraude no fue solo electoral, fue también simbólico, cultural y espiritual.
Acarreo de «viejitos» con el padrón de beneficiarios de la pensión universal bajo el brazo, operadores que confundían ayuda social con clientelismo descarado, y una ciudadanía que, en su mayoría, ni se enteró ni participó. Y así, con este coctel de simulación, manipulación y apatía, ya tienen lista su “voluntad popular”.
Pero que no nos vengan con cuentos de democracia participativa. Esto fue un montaje, una representación mal ensayada de lo que alguna vez quisimos que fuera justicia electiva. La historia sabrá ponerle nombre a esta farsa, pero mientras tanto, los demócratas de verdad tenemos la obligación de denunciarla.
Aquí no hubo elección: hubo designación con utilería electoral. Va.