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Cuando era adolescente, a finales de los años 80, el cineasta François Ozon –conocido como el nuevo enfant terrible del cine francés– pidió a su hermano pequeño que matara a su familia por él. Se trataba de una actuación para una película: Photo de famille, rudimentario corto de siete minutos para el tipo de películas que, una década después, transformarían a Ozon en el travieso francés de la lujuria, la provocación y el caos sicosexual.
Su hermano estuvo de acuerdo. Al igual que su familia. En la peli, mi hermano le dio un poco de veneno a mi madre y asfixió a mi padre, recuerda Ozon a The Independent. Y le cortó la garganta a mi hermana con unas tijeras.
¿Les importaba participar en algo así?, se le cuestiona. Ozon sonríe. “Mi madre dijo: ‘sí, lo haremos en tu película porque sabemos que no lo harías en la realidad’”.
Incluso, con esa historia en mente, la inclinación creativa de Ozon por el sexo y la muerte tiende a ser exagerada. Sí, las películas de mayor éxito internacional de este hombre de 57 años (la novela policiaca de colores pastel 8 mujeres, que reunió a Catherine Deneuve, Isabell Huppert, Fanny Ardant, Virgine Ledoyen, entre otras estrellas francesas) o el misterio del asesinato de Charlotte Rampling en Swimming Pool (2003) están repletas de ese material, pero su producción se vuelve más diversa. Está la agridulce historia de mayoría de edad (Verano del 85), el sicothriller hitchcockiano (Doble amante), el otro que involucra a Rampling y una masa de agua (la tierna y hipnótica Bajo la arena, de 2000).
Ha hecho más o menos una película al año desde 1997 y le gusta crear un grado de inquietud tonal en la mayoría de ellas. Justo cuando uno se está sintiendo cómodo en un género en particular, aparece otro: Cuando el otoño llega, su largometraje número 24, que se estrena en cines ingleses esta semana y en abril en plataformas.
Empieza como un drama bucólico de la vida real, con Hélène Vincent (interpretando a una abuela jubilada y devota) cuidando su jardín y reuniéndose con amigos en un pueblo de Borgoña. Luego, llega su estresada hija Valérie (Ludivine Sagnier de Swimming Pool). Después, un hongo venenoso lleva a su nieto al hospital, y luego su muy disfuncional pasado sale a la luz. Hay apariciones e interrogatorios policiales. Ex convictos crípticos recién salidos de la cárcel. Para cuando un personaje cae misteriosamente hacia su muerte, todo lo que puedes hacer es dejar que la ozonidad pura y sin adulterar de la película inunde.
Este largometraje se inspiró en un incidente de la infancia de Ozon, en el que su tía envenenó accidentalmente a varios miembros de la familia con setas silvestres. Me encantaba la idea de que mi tía intentara matarnos, recuerda. Como pueden ver, era un niño muy perverso. O simplemente un futuro director.
Entrevistado en la biblioteca del Instituto Francés de Londres, Ozon es como la ilustración de un francés dibujada de memoria; habla con un tono juvenil y ligeramente atractivo. Cuenta que le encantó trabajar con Vincent, de 81 años, en la película porque realmente parece una persona de 81 años.
Algunas actrices francesas se hacen tanta cirugía plástica que ya no tienen edad, dice. No les daré nombres, pero saben en quién estoy pensando, ¿verdad?, ríe. Y he trabajado con ellas. Hablando en serio, comenta que entiende la presión social y de la industria para mantener una apariencia juvenil, pero también le encantan las arrugas y la piel flácida; a veces fotografiaba a Vincent en primerísimos planos sólo para presumir. Eso no es posible para algunas actrices. A veces prefieres no acercarte demasiado con la cámara porque ya no es real. No ves la expresión.
Mueran o no sus rostros, las actrices de cierta edad han hecho fila para trabajar con Ozon durante más de 20 años, desde que revitalizó la carrera de la inglesa Charlotte Rampling con Bajo la arena. Él tenía poco más de 30 años por aquel entonces, pero tuvo la determinación de insistir en que la contrataran a pesar de la preocupación de los productores de la película. En aquel momento, se la consideraba totalmente olvidada, afirma. “Su carrera se detuvo. Todos los financieros franceses me dijeron: ‘No trabajes con ella, está acabada’. Afortunadamente no los escuché y la película fue un éxito”.
Eso lo llevó a 8 mujeres, en la que reunió a una fila de divas asesinas, incluidas Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Fanny Ardant y Emmanuelle Béart para interpretar a las sospechosas de un crimen en una casa de campo. Cuando se anunció el elenco, todos querían venir al set para ver las peleas de gatas, se ríe. Todos los medios estaban convencidos de que sería un desastre e imposible con tantos egos en la misma película. Pero se equivocaron. Cree que habría sido diferente si se hubiera llamado 8 hombres.
Las actrices son inteligentes. Son cinéfilas. No tienen miedo de trabajar con directores jóvenes. ¿Hombres? Se encoge de hombros. Los egos de los actores masculinos pueden ser enormes. Para las mujeres, hay una especie de hermandad y solidaridad.
8 mujeres llegó en un momento en la carrera de Ozon que lo vio alejarse de la sensibilidad mordaz y provocadora que había definido sus primeros trabajos: Sitcom, de 1998, que lo catapultó a la fama con esa sátira acalorada de la familia moderna que presumía de orgías, sadomasoquismo y desnudez frontal total. Lo apodaron el enfant terrible del cine galo de los 90, con más matices de su contemporáneo estadunidense Todd Solondz que de un Éric Rohmer. Me buscaba a mí mismo, argumenta. Fue instintivo. ¿Quizá fui más provocador en la forma? Se encoge de hombros de nuevo, admitiendo que le cuesta recordar sus películas más antiguas. Son como niños que he abandonado, bromea, y no los analizo.
Las nuevas escenas de sexo
El erotismo moderno de Ozon tiende a ser un poco más refinado que antes. No es intencional, insiste. Es cultural. Hoy se ven muchas escenas de sexo en el teléfono, naturalmente era más transgresor hace 20 años. A veces pienso que los directores acogerían con agrado el regreso del Código Hays (las directrices puritanas para los cineastas estadunidenses vigentes entre 1934 y 1968) sólo para poder rebelarse contra algo.
La filmación de escenas de sexo también está cambiando, como aprendió mientras planeaba su próxima película, una adaptación de El extranjero, de Albert Camus. Necesito trabajar con un coordinador de intimidad, afirma. Antes no existía. Asegura que no ha tenido problemas para filmarlas él mismo. Siempre comparto información con mis actores: en qué posición los quiero, qué parte del cuerpo quiero mostrar y les pido su punto de vista. Nunca ha sido un problema. Pero ahora es mejor: hay algunos directores, especialmente en el cine francés, que van más allá de los límites a la hora de hacer escenas de sexo.
Eso se debe en parte a que los cineastas en Francia, considera, tienen una enorme influencia cultural y social. La gente no suele decir que no. El director es el rey. Nosotros tenemos el poder. Y también es una de las razones por las que nunca se ha sentido tentado por filmar en Estados Unidos, pese a las ofertas para dirigir películas en Hollywood tras Swimming Pool. “Todo lo que me propusieron fueron remakes o thrillers eróticos que significarían que me estaba repitiendo”.
Y, asegura, no tendría (la decisión) en el corte final. Es una cuestión de poder, añade. Como cineasta, no tienes ninguno en ese país. Allí, el director venera al productor. Es el director quien ayuda al productor a ganar un Oscar.
Suelta un grito de desdén. Este es un hombre que convenció a su familia de morir frente a la cámara en la sala de estar por él; es muy poco probable que alguien pueda darle órdenes.
Cuando el otoño llega estará disponible en abril en las plataformas Amazon Video, Rakuten Tv, YouTube y Universcine.
Traducción: Juan José Olivares