El comercio clandestino impulsado por bandas criminales y la demanda internacional, amenaza la biodiversidad marina y la seguridad de los pescadores en la península mexicana
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Originario de los fondos arenosos y ricos en biodiversidad de los mares mexicanos, el pepino de mar es considerado un manjar y un ingrediente valioso en la medicina tradicional china.
Es un habitante discreto del fondo marino que, debido a su valor culinario, se ha convertido en el centro de una crisis ambiental, social y de seguridad en México, pues suelen traficar con él.
La explotación ilegal de este invertebrado, de gran valor en el mercado asiático, ha provocado el colapso de las poblaciones en la península de Yucatán y ha encendido las alarmas sobre el alcance del crimen organizado en los recursos naturales del país.
Recursos naturales: escenarios del narcotráfico

Proteger a los pepinos de mar plantea desafíos complejos debido a la extensión de las áreas costeras, la falta de recursos para vigilancia y los escasos medios tecnológicos en comunidades pesqueras dificultan la fiscalización de la pesca.
Según el estudio, el interés de grupos delictivos, incluso con la presencia de leyes y regulaciones, supera la capacidad de respuesta de las autoridades locales y federales.
Además, el pepino de mar carece del carisma que motiva campañas de conservación globales. Como explica el conservacionista marino Phelps Bondaroff, a diferencia de los pandas o las focas, resulta difícil convencer al público sobre la necesidad de proteger a una especie que muchos ni siquiera imaginan como animal. Esta escasa visibilidad limita el apoyo social y político hacia medidas de protección más estrictas.
La extracción y exportación clandestina fragmentan la gobernanza local, debilitan el estado de derecho y disminuyen los ingresos fiscales potenciales para el Estado.
Según Meredith Gore, del departamento de Ciencias Geográficas de la Universidad de Maryland, la afectación no sólo recae en la biodiversidad; las estrategias de prevención enfocadas en la comunidad pueden reducir el daño en pescadores y especies.
Las organizaciones de conservación y los institutos de investigación insisten en que la solución requiere coordinación internacional, fortalecimiento de la vigilancia, acceso a tecnologías de monitoreo y educación pública para valorar la importancia ecológica y económica del pepino de mar.
El surgimiento del tráfico

Desde hace más de una década, la demanda ha crecido a la par de los precios internacionales: un kilogramo puede alcanzar cientos de dólares en los mercados de Hong Kong. Este atractivo económico convirtió al pepino de mar en una presa codiciada para el narcotráfico y bandas criminales, que encontraron en la extracción y comercio ilegal un negocio lucrativo de bajo riesgo y alta recompensa.
Las especies de pepino de mar, lentas y sin mecanismos de defensa, resultan fácilmente extraíbles en grandes cantidades, sobre todo fuera de temporada o sin los permisos requeridos.
Recogerlos en el fondo del mar no exige equipos sofisticados ni grandes inversiones, lo que facilita su pesca furtiva en amplias zonas y dificulta el control por parte de las autoridades.
De acuerdo con el reciente estudio de un equipo internacional encabezado por Teale N. Phelps Bondaroff, director de OceansAsia, y Abigail Bennett, profesora asistente en la Universidad Estatal de Michigan, documentó la gravedad de la crisis.
La investigación rastreó los principales decomisos y eventos relacionados con la pesca y tráfico ilegal de pepinos de mar en México entre 2011 y 2021. Durante ese periodo, las autoridades mexicanas y estadounidenses incautaron más de 100.6 toneladas, cuyo valor estimado supera los 29.5 millones de dólares.
El exceso de extracción y el auge del tráfico desmantelaron los equilibrios ecológicos, ya que los pepinos de mar cumplen funciones clave en el ciclo de nutrientes y la salud de los ecosistemas marinos, pues se encargan de remover sedimentos, reducir la carga orgánica y generan un ambiente propicio para que prosperen otras especies.
Por ello, la desaparición de estos animales altera la dinámica marina y crea efectos en cadena que afectan la biodiversidad, la pesca y la protección natural contra la acidificación de los océanos.
En el ámbito social, comunidades pesqueras de Yucatán, tradicionales guardianes de los recursos marinos, enfrentan ahora conflictos, inseguridad y pérdida de medios de vida.
Según Abigail Bennett, la introducción de capital delictivo en la compra de pepino de mar ha dejado capacidad de pesca ociosa y mano de obra disponible, que puede redirigirse a otras actividades ilegales, lo que multiplica los problemas para la gestión legal y la conservación de otras especies.
La situación de los pepinos de mar revela cómo el crimen organizado puede transformar especies desconocidas en recursos estratégicos y cómo la presión del mercado global amenaza la sustentabilidad marina. En Yucatán, el colapso ha sido tan severo que la pesquería permanece cerrada, sin que existan aún respuestas suficientes para revertir el daño.
La realidad del pepino de mar ilustra que la lucha contra el narcotráfico involucra más que drogas: se extiende a los océanos y los ecosistemas, comprometiendo el futuro de la biodiversidad y la seguridad de las comunidades costeras.